viernes, 17 de enero de 2014

Cine Prado y La novela experimental



Cine Prado, de Elena Poniatowska, es un breve homenaje al cine. Se trata de la carta que un espectador mexicano escribe a la actriz francesa Françoise Arnoul, de cuya persona y películas es un ferviente admirador. En ella, el protagonista, ofendido,  desea desertar de la lista de sus admiradores, y le hace un sin número de reproches a la actriz, como si de un amante despechado se tratara.
El hombre, desde el día que la descubrió en la pantalla, unió su destino al de ella, rompiendo su íntima soledad a la vez que lo iniciaba en un estado de continuo sufrimiento, de angustia y frustración. Esta obsesión por la actriz le provoca una confusión patológica entre ficción cinematográfica y realidad, entre los personajes fogosamente interpretados por la actriz, por exigencias del texto, y su verdadera naturaleza.
En el ecuador del relato, conocemos de la existencia de la mujer del protagonista, quien lo acompaña de buena fe, con la esperanza de romper el encanto que la pasional actriz produce en su marido, pero que, al cabo de los años, acaba por burlarse de su rival del séptimo arte y ahondar en la herida de su romántico y esquizofrénico marido. Un marido que, dicho sea de paso, recrimina a su amor platónico el excesivo ardor de sus escenas amorosas, su entrega sensual, su verbo descarado, las infames transparencias de su ropa interior y sus descarados contoneos.
Todo ello contado con el humor y la retórica que puede tener el  relato epistolar costumbrista de la escritora y periodista mexicana. A muchos de los lectores esta historia les hizo recordar La rosa púrpura de El Cairo (1985) de Woody Allen o El jeque blanco (1951) de Federico Fellini.

El segundo texto que comentamos fue La novela experimental, de Carme Riera. La historia narra la
conversación de un escritor en ciernes que no llega a desprenderse del estado de promesa literaria, con Clemencia, mujer madura que ejerce la prostitución en un club.
La mayor parte del relato está escrito en estilo directo, expresado en la verborrea apabullante del protagonista o en un breve diálogo interior del mismo. Daviu abruma a la aburrida Clemen enumerando las excelencias de fondo y forma de su último proyecto literario. El cuento acaba con la confesión a Clemen de una esperpéntica aparición que el frustrado escritor ha tenido dos días antes, gracias a la cual espera conseguir la inspiración necesaria para concretar su proyecto de novela experimental.
Sobra decir que el relato es una sátira del escritor moderno, con todos sus defectos: indolencia, incostancia, envidia, desconfianza, vanidad, megalomanía…

El largo discurso de Daviu, antiguo sacerdote misionero hoy funcionario de correos y asiduo al club de Clemen, va repasando, una a una, todas las peculiaridades innovadoras de su proyecto literarario: será una novela instantánea, concreta; reunirá todos los géneros en uno; será pura palabra creadora, sin artificios; sin márgenes. Las líneas crearán ideogramas. Tendrá sonidos, olores. Potenciará la imaginativa del lector. Será excitante, léase, masturbatoria. Su protagonista será un funcionario de correos con veleidades literarias…En definitiva, “un bombazo”, según Daviu.

El cuento nos permitió reflexionar sobre el tan manido proceso creador, sobre la renovación de la narrativa y sobre todos los aspectos externos que la rodean: los creadores, los agentes, los premios, los editores y toda la feria de las vanidades que subsigue.

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