jueves, 29 de enero de 2009

Pedrea, de Antonio Soler




pedrea.

1. f. Acción de apedrear o apedrearse.

2. f. Combate a pedradas.

3. f. Pedrisco, granizada.

4. f. coloq. Conjunto de los premios menores de la lotería nacional.


Para alguien que no es español, le puede resultar difícil relacionar el título del cuento de Soler (PEDREA) con la historia narrada: en 1968, en el Madrid del tardo-franquismo, un grupo de policías interroga a la criada de un general jubilado. Mientras tanto, el hijo de la criada, el niño Andújar, alumno del Colegio de San Ildefonso, se prepara para "cantar" los números del Sorteo de Navidad de la Lotería Nacional.

Aquí tenéis las imágenes del sorteo de 1956, para que os podáis hacer una idea de cómo se desarrollaba el sorteo:

Cita con Antonio Soler y Manuel Rico el próximo 25 de febrero

El jueves 26 de febrero, el Instituto Cervantes de Toulouse organiza un encuentro con los escritores Antonio Soler y Manuel Rico sobre el tema Narrativa, realidad, memoria. Aprovecando su visita, nuestro club va a leer para la próxima reunión (que será la víspera, el miércoles 25 de febrero) dos textos que los propios autores nos han enviado para que los leamos y comentemos: Pedrea, de Antonio Soler (Málaga: Centro cultural de la Generación del 27, 2006) y De vuelta a casa, de Manuel Rico, publicado en el libro Inmenso estrecho: cuentos sobre inmigración (Madrid: Kalias, 2005).

jueves, 22 de enero de 2009

Comentarios a "¿Entre qué gentes estamos?"

El segundo artículo de Larra tiene también un desarrollo casi escénico. En él, el propio Larra y un antiguo compañero de colegio francés van recorriendo las diferentes escenas, en las que un transitar de personajes costumbristas ejemplifican la pérdida de los modales y la cortesía entre funcionarios, artesanos y pueblo llano.


Tras una breve introducción en la que el autor aclara que su artículo no es político (aunque el título dé pie a pensar en ello) sino costumbrista, la historia empieza con la llegada del antiguo compañero de Larra (recordemos que el escritor fue interno en un colegio de Burdeos ente 1813 y 1817) y la decisión de alquilar, con motivo de tal visita, un carruaje que, a la sazón, se trataría de un cabriolé, un “bombé decente”. La aparición del carruaje alquilado permite al autor hacer una magnífica descripción humorística de sus defectos: se trata de un birlocho en mal estado, lleno de polvo, con un caballo que es la viva imagen de Rocinante y un conductor “gemelo del caballo” en lo “irracional” y en lo famélico. Esta descripción y la escéna cómica que le sigue (los asientos, por el mal estado y el mucho peso, se hunden y el decrépito caballo, al no llevar barriguera, se levanta a como “un espíritu desprendiéndose de la tierra”), pueden ser, en una primera lectura, de difícil comprensión, pero los comentarios que hicimos y una segunda lectura permiten valorar la extrema comicidad de la escena.


Esta lamentable experiencia obliga a Larra a ir a quejarse al calesero, quien, por toda compensación, le pagará con impertinencias (“¡A París por gangas!”), malos modos y amenazas. El calesero, que “hablaba en majo y respondía en desvergonzado”, le tratará de “lechuga”. Además, el corro de gente que se arremolina en torno a la discusión, tomará el partido del calesero, lo aplaude y se ríe de Larra y de su amigo.

La historia continúa en la policía, donde las expectativas de Larra (“aquí verá otra amabilidad y otra finura”) no se ven colmadas. Los dos funcionarios los ningunean, los increpan, y hacen comentarios maleducados sobre el francés. Este último recrimina a los funcionarios y éstos le amenazan con la cárcel, se niegan a despacharlo y lo despiden con el clásico “vuelva usted mañana”.

Posteriormente, las visitas al sastre y al café, si bien exentas de las violentas maneras de las anteriores, escenifican otros modales igualmente lamentables: el sastre no se descubre, le llama por su apellido, bromea, les hace esperar, es grosero; el mozo del café se permite unas confianzas inusitadas, es impertinente…


El francés, sorprendido por la familiaridad de trato entre las diversas clases sociales, llega a la conclusión de que “aquí todos los hombres son uno”, es decir, cree descubrir una sociedad avanzada donde se practica el alto valor de la Igualdad. Pero Larra lo corrige en su falsa apreciación y le explica que “esa aparente confusión y nivelamiento extraordinario no es el de una sociedad que acaba, es el de una sociedad que empieza…”


Pasando a los comentarios de los lectores, fueron muchas las aportaciones:

- Recordamos la biografía de Larra: su padre afrancesado, su exilio familiar en Francia y los años de educación primaria en ese país, su compromiso con la causa liberal, su amplitud de miras intelectual que le hacía criticar un país que consideraba atrasado y necesitado de reformas, no sólo en lo politico, sino también en lo social, y, dentro de lo social, también en las costumbres. Recordamos las esperanzas que puso en la Regencia de la Reina María Cristina y el posterior desencanto que, le embargó, en lo político y en lo personal.


- Hablamos de un posible sentimiento antifrancés de la población, de la huella de la invasión napoleónica, de la influencia cultural francesa en las élites intelectuales del Madrid de la época.


- Comentamos la actualidad del tema de la cortesía, las maneras de tratarse entre las personas de diferente extracción social, diferente edad, diferentes países.


- Hablamos del recurso al “perspectivismo” por parte de Larra, que le hace describir unos hechos a través de los ojos de un personaje interpuesto: su amigo francés. Algunos lectores rememoraron las Lettres persannes de Montesquieu o las Cartas marruecas de Cadalso en lo que se refiere al uso de comentarios de un extranjero para criticar las costumbres de la época.


- Hablamos, en suma, de la actualidad y de su mensaje y buena prueba de ello es que Robert, uno de nuestros lectores, nos hizo apreciar la analogía entre “¿Entre qué gentes estamos?” y un artículo de Javier Marías titulado “Adiós a la educación” publicado en junio de 2006.

Impresiones de Nadie pase sin hablar con el portero

Larra utiliza la frase del aviso que figuraba en las entradas de los inmuebles y la transporta al contexto histórico del comienzo de la primera guerra carlista: nadie entre en España, cruzando la frontera, sin hablar con “el portero”, es decir, con los insurrectos carlistas de Vitoria.

El autor, crítico teatral y desprovisto durante cuatro meses de esa tarea por el luto decretado por la muerte de Fernando VII, se dedica a fondo a la empresa de criticar y ridiculizar a los “facciosos” en sátiras políticas que, por otra parte, tienen una estructura claramente teatral. Así, en este artículo, vemos una primera introducción, tres escenas dialogadas y un desenlace final.

La primera escena se desarrolla en el momento en el que la diligencia que conducía a dos viajeros, uno francés y otro español, es detenida por un piquete de “facciosos y alborotados” dirigido por un “corpulento religioso” que “metía bulla”. La ignorancia y desconfianza del grupo da lugar a que, ante la primera palabra de sorpresa que el francés emite en su lengua, la tropa grite “¡contrabando!” y se proponga expeditivamente ahorcarle.

La segunda escena se desarrolla dentro de la casa o “cuartelillo” de esa pretendida compañía de “resguardo” que perseguía todo contrabando proveniente de Francia. Allí se “desvalija” literalmente a los atemorizados viajeros y el Padre Vaca (que así se llama el cabecilla de tan ilustre compañía) empieza a interrogar al francés. En este diálogo y en el siguiente, Larra hace alarde de su enorme comicidad. Se muestra a un clérigo reaccionario, arrogante y profundamente ignorante que, al registrar las pertenencias del francés, considera que su pasaporte es papel mojado, entiende que la palabra “recherches” es el nombre de un supuesto “herejote” (por lo que sopesa la conveniencia de enviar al viajero al tribunal del Santo Oficio de Logroño) o identifica el fabricante de los numerosos relojes que transporte por la palabra “London”. Por supuesto, los relojes son “decomisados” por el clérigo y sus secuaces.

Igualmente cómico es el interrogatorio al español, que se ve reprendido duramente por nombrar a la Reina en su saludo, lo que provoca la ira de los presentes que lucían escarapelas del autoproclamado rey “Carlos V”; o por datar su pasaporte con del año 1833 y no del supuesto “año Iº de la cristiandad”. Es tal la perplejidad de los viajeros, que Larra los compara al mismo Gulliver cuando llegó al país de los caballos houyhnhnms y de los salvajes yahoos.

En la tercera y última escena, los facciosos deliberan y acuerdan dejarles pasar “no fuera que quisiera Luis Felipe (Luis Philippe d’Orléans, Rey de los Franceses) venir a reconocerlos” y expiden unos pasaportes para su viaje a la “revolucionaria” villa de Madrid que se ha sublevado contra Álava. Acordado lo cual, se le devuelve al español el dinero retenido con la considerable sisa de 840 reales. Los pobres viajeros parten, pues, aliviados de abandonar esa “nación poderosa y monástica” que expide salvoconductos y sigue expurgando la correspodencia incautada con destino a Madrid.

Todos nos reímos con los golpes de humor, propios de un sainete, de los diálogos entre el padre Vaca y los pobres transeúntes. Apreciamos la ironía, los juegos de palabras y alguna que otra alusión a la lengua francesa, que Larra conocía perfectamente (hablando de los viajeros, dice "el primero hacía castillos en España, el segundo los hacía en el aire"). Varios lectores destacaron la voluntad ridiculizadora del autor, el absurdo al que lleva la ignorancia del bajo clero carlista.
Seguidamente, pasamos a comentar el siguiente artículo.

Gran éxito de la sesión sobre Larra

Este club de lectura va dando más y más satisfacciones a sus participantes o, al menos, al servidor que lo modera, ya que el diálogo fue fluido y la impresión general fue que el descubrimiento de Larra como articulista, la calidad de su español y el sentido del humor de su sátira, gustaron a todos.

A pesar de la lejanía en el tiempo de los textos, del desuso de ciertos vocablos o del desconocimiento detallado del contexto histórico y político; a pesar, como digo, de todas estas supuestas dificultades, nuestros lectores se prepararon bien sus comentarios e hicieron aportaciones muy agudas.

viernes, 16 de enero de 2009

¿Qué modales son esos?

¿Entre qué gentes estamos? critica la pérdida de los buenas maneras y el respeto en el Madrid de 1834: caleseros violentos, funcionarios prepotentes, sastres maleducados... Destrás del clasismo de Larra se esconde la amargura de quien vive en una España anómala, "de una sociedad que empieza".

Es un privilegio poder ver la edición original de la publicación en la que se insertó el artículo: El Observador, gracias al proyecto de digitalización conjunto de la Biblioteca Nacional de España y la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

Una visión de las Guerras Carlistas

Nadie pase si hablar con el portero o Los viajeros de Vitoria narra en clave de humor la detención de dos viajeros, uno español y otro francés, que se dirigen en diligencia a Madrid y son retenidos e interrogados por un piquete de clérigos y soldados carlistas a su paso por Vitoria. La primera Guerra Carlista (1833-1840) fue consecuencia de la sublevación militar que tuvo lugar en ciertas zonas de España: País Vasco, Navarra, Cataluña, Aragón y Valencia. Los sublevados, de ideología tradicionalista y antiliberal, reconocían al Infante Don Carlos como rey de España, en oposición a la joven reina Isabel II (1830-1904) y apoyaban el estado absolutista que el autoproclamado Carlos V pretendía restaurar.

lunes, 5 de enero de 2009

Próxima lectura: dos artículos de Larra

Como pequeño homenaje al bicentenario de su nacimiento, queremos rendir desde Toulouse un pequeño homenaje al afrancesado Larra y proponer dos de sus famosos artículos de prensa: "Nadie pase sin hablar con el portero o Los viajeros de Vitoria" y "¿Entre qué gentes estamos?", publicados respectivamente en octubre de 1833 y noviembre de 1834.
Hemos elegido los textos publicados en la edición de Lluís Agustí ( Artículos / Mariano José de Larra, Barcelona: Edebé, 2002) . Esta edición, muy completa por su introducción biográfica, histórica y literaria del autor y de su obra, contiene, además, una doble anotación: en los lados del texto se proponen sinónimos y explicaciones de palabras arcaicas o poco usadas y, a pie de página, se aportan datos que ayudan a comprender las alusiones al contexto histórico y sociocultural de la época. Este aparato de notas hace más fácil la comprensión del texto a nuestros lectores.
Para aquellos que no puedan procurarse la edición de Agustí, incorporamos con los títulos de los artículos los enlaces al texto de los mismos disponibles en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Buena lectura.

Un club para lectores en español

El Club de lectura es un espacio de encuentro de lectores, abierto a todos. Es una puesta en común de impresiones, opiniones, conocimientos y experiencias. Nos reuniremos una vez al mes y comentaremos un cuento, un relato o un artículo que habremos distribuido previamente.


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