viernes, 29 de mayo de 2009

Comentando los cuentos de Jorge Cuba Luque y una poesía de Isabel Pérez Montalbán

Empezamos la reunión comentando la poesía "Viviendas fundación benéfico-social", de Isabel Pérez Montalbán (que podéis consultar en el blog Las afinidades electivas ), de la que resaltamos su crítica social en un relato en el que los recuerdos de infancia retornan al mundo de las barriadas protegidas, construidas por el Estado pensando "en los más pobres y en nuestra natural inclinación al revoltijo y a la bronca", con "sus cubiertas de teja a dos aguas como idénticas jaulas de tristeza". De este poema se desprende una clara denuncia a la marginación urbana, sin ahorrar una visión triste y severa de sus propios habitantes.

La inclusión de esta autora en el programa del club se debió a su próxima visita a nuestro Instituto el jueves 4 de junio.

Pasando a los cuentos de Jorge Cuba Luque, la mayoría (pero no todos) apreciaron la lectura de los cuentos. Fueron diversas y encontradas las percepciones: paralelismo temático de los tres relatos, sensación de desvanescencia de los personajes, finales que provocan desazón en el lector...

Los lectores preguntaron al autor, sobre la época en la que escribió los cuentos, sobre las motivaciones que le movieron a escribirlos, sobre el contexto político y social en el que se desarrollan, sobre su formación literaria, los autores que le influyero y sobre sus otras creaciones y proyectos literarios. Necesitaríamos crear un blog aparte para exponer y transmitir la riqueza de lo hablado.

El autor nos reconoció que su intención era, en un época en la que temáticamente se interesaba por el "tema de la búsqueda del amor", la de denunciar o reflejar el difícil contexto social del Peru de finales de los ochenta. Pero siempre como telón de fondo, de manera taimada, sin que el contexto se antepusiera a la acción de los personajes y a sus rasgos personales y psicológicos. Se trataba, en palabras de Jorge Cuba Luque, de hacer "literatura como denuncia, pero sin renunciar al objetivo estético". Así, "Personas desaparecidas" sería una alegoría de las desapariciones políticas, aunque para muchos de nuestros lectores permitiría una lectura más filosófica (el de la futilidad de nuestro paso por la vida, o el de la ausencia de rastro una vez desaparecidos) que política.

Muchos son los temas tratados en los tres cuentos breves: la relación de pareja y su ruptura, la falta de compromiso, la indiferencia, el desapego, la huida, la violencia, la obsesión, el refugio en un mundo ficiticio, la soledad, el cinismo. Un mundo de personajes inadaptados, en búsqueda de ideales sentimentales y materiales, bañados por la garúa limeña y amenazados por la fatalidad.

Muchas gracias a Jorge Cuba Luque por compartir su tiempo con nosotros.

jueves, 7 de mayo de 2009

Próxima cita el miércoles 27 de mayo con el escritor Jorge Cuba Luque


El próximo 27 de mayo comentaremos tres relatos cortos del escritor peruano Jorge Cuba Luque, residente desde hace años en Montauban y que estará presente en nuestra cita para responder a las preguntas que queramos plantearle así para que nos explique otros detalles de su obra.
Los cuentos que leeremos son "Personas desaparecidas" (Colmena 624. Relatos, Ed. Línea y Punto, Lima, 1995), "Abril" y "Tan real" ( Ladrón de libros, Arteidea Editores, Lima, 2002).

El autor nos ha permitido publicar el primero de los cuentos:

PERSONAS DESAPARECIDAS

Jorge Cuba Luque

Una cosa es verlo en una película o leerlo en los diarios o en un libro, pero otra y muy distinta es cuando uno se levanta una mañana para ir a trabajar y no sólo no encuentra a su mujer en la cama sino que tampoco encuentra sus vestidos ni sus cosméticos ni nada de ella, como si nunca hubiese vivido en la casa y lo único que a uno se le ocurre hacer es dar una sonrisita nerviosa, diciéndose a sí mismo que se trata de una broma pesada y que en cualquier momento todo volverá a la normalidad. Fue exáctamente lo que me ocurrió a mí hace ya un buen tiempo cuando, luego de una noche de un sueño muy pesado, desperté al día siguiente y mi mujer no estaba. Primero creí que había tenido que salir de la casa por alguna urgencia extrema, mas inmediatamente pensé ofuscado que tenía un amante y había decidido irse con él dándome antes un somnífero pero, ¿y sus cosas?, cómo habría tenido tiempo para llevarse todas, lo que se dice todas sus cosas, desde los libros y discos que ella misma había comprado, hasta sus vestidos, sus zapatos, su cepillo de dientes y, por supuesto, su ropa interior, incluidos unos calzoncitos sexys que le había regalado en su último cumpleaños. A pesar del desconcierto, la confusión y el enfado que sentía, tuve que apresurame y salir a la oficina porque tenía una cantidad bárbara de trabajo acumulado que de ninguna manera podía aplazar. En el trayecto, en un taxi decrépito pero veloz, intentaba vanamente una explicación. Yo sabía muy bien que había habido muchos casos de gente que ha desaparecido sin dejar el menor rastro y jamás se ha vuelto a saber nada de ella; en algunos países vecinos esto ha ocurrido de manera sistemática e incluso, sin ir muy lejos, aquí en Lima, hubo trabajadores y estudiantes que se esfumaron misteriosamente y de quienes nunca se ha vuelto a tener la menor noticia. Pero estas desapariciones -en las cuales nunca me interesé- estaban de alguna manera relacionadas unas con otras, y además las personas desaparecidas habían sufrido previamente amenazas y persecusiones, pero no era éste el caso de mi mujer (su nombre me lo callo, para evitar posibles complicaciones a quienes la hayan conocido); ella era una mujer que no se complicaba la vida con problemas que no le concernían personalmente, igual que yo, y es por esto que su desaparición me intrigaba, aunque no descartaba del todo que, como ya lo he dicho, me hubiese abandonado.

Decidí mantener lo ocurrido en secreto, así que en la oficina me comportaba de la manera más natural posible, sin mostrar el menor signo de inquietud; nadie me preguntaba por mi mujer, es más, cuando charlaba con mis compañeros y hacíamos referencia a fiestas o reuniones del pasado, yo aparecía siempre solo, no obstante que recordaba perfectamente haber ido con mi mujer. Sin embargo, opté por tomar esta desaparición de la manera más favorable para mí, sin que esto significara, por cierto, que olvidaba que una persona haba desaparecido. De esta forma, después de mucho tiempo pude empezar a ahorrar cada mes algo de mi sueldo (mi mujer no trabajaba, era yo quien solventaba los gastos de la casa) y, también, a disfrutar de una inesperada soltería: a menudo bebía más de la cuenta y regresaba a casa embriagado, tuve algunas aventuras amorosas, me echaba a vagar sin ton ni son por la Colmena, sorteando una multitud de vendedores ambulantes y, a veces, en la Plaza San Martín o en la Dos de Mayo, me detenía absorto a contempler una manifestación de obreros quienes terminaban, por lo general, siendo perseguidos y apaleados por la policía y, al final todos los que estábamos por ahí en ese momento nos íbamos corriendo empapados por los chorros de agua de los carros antidisturbios.

Las semanas fueron pasando y yo no hacía nada por tratar de volver a ver a mi mujer. Verdad que ya no nos amábamos como antes, pero en cierta forma creo que con mi silencio y pasividad estaba aceptando el hecho de su desaparición, ya no sólo física, sino también la de su recuerdo, y quién sabe si era yo mismo, actuando así, el que la estaba haciendo desaparecer cada día más irremediablemente, como seguramente ocurría con otros que habían desaparecido antes, pero de los que nadie se atrevía a hablar.

Por motivos de trabajo últimamente había estado pasando muchas horas a solas con la gerente de ventas de la empresa y, aun cuando soy un simple empleado administrativo, noté que le agradaba y le resultaba interesante y que ella, a pesar de ser unos quince años mayor que yo, también me agradaba e interesaba. No voy a hablar aquí de nuestra relación (baste decir que fue apasionada), pero sí diré que fue la única persona en la que pude confiar luego de la desaparición de mi mujer, sobre todo a partir de una tarde húmeda y gris cuando, mientras recorríamos a pie la interminable avenida Arequipa, me contó que el abogado de la empresa había desaparecido hacía poco tiempo pero, aparentemente, nadie lo había notado o nadie quería hablar del tema. Le conté entonces lo de la desaparición de mi mujer y de pronto empezamos a recordar a personas a las que ya no veíamos más, como el camarero del Cordano, ese bar viejo y silencioso casi oculto a espaldas del Palacio de Gobierno, o el vendedor de diarios de la esquina de la oficina, o aquel periodista tan simpático que trabajaba en la televisión, y otros más, todos como si se hubiesen perdido para siempre en la bruma del inviemo limeño. Quizás fue cobardía, pero ni ella ni yo queríamos arriesgarnos a desaparecer de un momento al otro, así que cuando me propuso irnos del país acepté de inmediato. Ella compró los pasajes de avión y además llevaba un dinero con el que viviríamos unos meses, mientras encontrábamos trabajo. A modo de despedida decidimos tomamos una copa en el Cordano; como yo salí primero de la oficina, me adelanté y fui al bar a esperarla. Cuando pasó una hora y no llegó me inquieté por su tardanza, y cuando pasaron dos, salí corriendo a buscarla, presintiendo lo peor. En la empresa, todos, incluida su secretaria, me dijeron que no la conocían ni sabían quién era ella; fui luego a su casa y encontré que ahora vivían dos ancianos con los que era imposible hablar. Desde ese día no se ha comunicado conmigo, y de mi parte no tengo cómo ubicarla. Yo me quedé con mi boleto de avión pero la verdad no sé que es lo que debo hacer ni a quién acudir; no sé si embarcarme en el próximo vuelo o quedarme aquí y esperar a desaparecer en cualquier momento, mientras los demás siguen como si nada.

De Colmena 624. Relatos. Ed. Línea y Punto, Lima, 1995.

sábado, 2 de mayo de 2009

Balance de la sesión sobre Luis Sepúlveda


Con el relato de Sepúlveda todos los lectores fueron unánimes en reconocer que habían disfrutado con su lectura y que ésta les había parecido especialmente asequible. Otra característica coincidente por parte de todos fue la ternura y el sentido del humor que se contaponen al triste contexto en el que, en ocasiones, se desarrolla la acción.
Se trata de una cuento que mezcla lo autobiográfico con lo ficticio, el recordatorio generacional con el cuento de hadas, en el que durante cuatro momentos de su vida, el protagonista se encuentra fugazmente con una enigmática mujer.
La historia empieza cuando el protagonista, con 14 años, asiste a la ceremonia final del curso de buenas costumbres del Centro Catalán de Santiago de Chile. Allí se produce el primer encuentro y el primer coqueteo entre el protagonista y la osada Marly, que consigue hacer resonar la música de la Canción de Leonardo Favio que da título al cuento. Los jóvenes se dan cita para el día siguiente "a las cinco de la tarde, hora fatídica, como se sabe", pero la chica no acude a la cita y se inicia así el misterio que la envolverá durante toda la historia.
El protagonista no olvida a la "pijecita del Santiago College" y la vuelve a encontrar con 18 años en plena movilización estudiantil del 68, bajo los acordes de la misma canción de Favio. El encuentro vuelve a ser fugaz, entre la movilización, la barricada y las reuniones de dirigientes estudiantiles. Marly desaparece y no le deja al joven revolucionario más que su evocador olor en el saco de dormir que compartieron en la facultad ocupada.
Con veinticinco años, el encuentro se repite. Esta vez la ilusión ha dejado paso al terror y la muerte, al "adiós definitivo y forzado de tantos compañeros de barricadas y sueños". Marly visita al chico en el locutorio de una cárcel del sur de Chile y apenas tiene tiempo de transmitir al chico el romántico mensaje de que lo estará esperando, no sabe dónde, pero lo estará esperando.
Pasan quince años desde entonces. Tras amores y exilios, el protagonista vuelve al punto de partido: al antiguo salón de banquetes del Centro Catalán, hoy convertido en un Top-less. En ese mismo lugar, la mano de Marly vuelve a posarse sobre el hombro del protagonista y resuena el susurro de la canción de Favio. Los amantes por fin se pueden abandonar a ellos mismos, tras años de reposo y tiempo, en el que las palabras, como el vino, pueden entregar su sabor definitivo.
El cuento, por su simpleza, no llegaría a conmovernos si no fuera por la ternura que tienen los relatos bien contados que denotan la experiencia de lo vivido. Un lector lo definió como un cuento de hadas sin mayores pretensiones, con una fuerte carga simbólica: una metáfora de la vida,marcada por la búsqueda del amor auténtico, de lo que vale realmente la pena.
Otros lectores recordaron la ambigüedad del fantasioso u onírico personaje femenino que por un momento se transfigura en muerte, esa muerte que aparece a la cinco de la tarde, "hora fatídica".
No hubo tiempo de mucho más. Nos despedimos y nos dimos cita para el miércoles 27 de mayo.

Un club para lectores en español

El Club de lectura es un espacio de encuentro de lectores, abierto a todos. Es una puesta en común de impresiones, opiniones, conocimientos y experiencias. Nos reuniremos una vez al mes y comentaremos un cuento, un relato o un artículo que habremos distribuido previamente.


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